EL MIERDERO QUE DEJAMOS

EL MIERDERO QUE DEJAMOS

EL MIERDERO QUE DEJAMOS
Por
EDWIN DORIA

El desorden en que nos encontramos hoy día es apenas el principio del fin. Cuando llegué a este mundo no sabía que pasaría por este caos que es la  vida. Pensarán que soy un desagradecido con la vida. Que debiera agradecer todos los días a Dios por la vida que me dio y disfrutar del paraíso que diseñó para vivir feliz como en portada de atalaya. Sin embargo, disiento de esa apreciación.

Desde que tengo uso de la razón no he descansado de las atrocidades humanas que cometemos a nombre de la democracia, la libertad e incluso del mismo Dios que profesamos. Hasta la naturaleza actúa de manera catastrófica contra su propia existencia. Entonces, de qué nos quejamos viejo.

Desde el vientre de mi madre sospechaba que los caminos de la vida estarían rodeados por el fuego atómico y las espinas sin rosas. Estoy preparado para asesinar a sangre fría como en Truman Capote.

Hago vida planetaria en Necrópolis, dulce hogar de la escoria humana. Mi trabajo criminal es una sinfonía inconclusa, compuesta de retazos de notas musicales que no logran armonizar en el acorde social. Soy pieza fundamental en el engranaje de la industria sexual, traficamos niños y niñas, promovemos el turismo sexual infantil, producimos, promovemos y distribuimos pornografía extremadamente violenta y realizamos espectáculos sexuales que involucra a chicos y chicas, además del servicio que presentamos para violaciones grupales a ternuras de los dos sexos.

Soy el primer eslabón de la cadena, Mis compañeros de forma cariñosa me llaman encantador de infantes. Al entrar a la organización, fui preparado en artes del encanto (técnicas de clown, malabarismo, acrobacia, magia infantil) y en técnicas avanzadas en torturas, violaciones y crímenes infantiles con prestigiosos pedófilos y pederastas como Garavito, entre otros, con quién tuve el privilegio y la oportunidad de recibir un diplomado, vía online, desde la prisión de la Tramacua. Todo esto con el loable propósito de garantizar la atención, reclutamiento, transporte y cautiverio, del tierno manjar sexual que apetecen nuestros más selectos clientes, catalogadas como gente de bien.

La gente de bien son nuestros mejores clientes, son muy poderosos, poseen mucho dinero, viven en sectores privilegiados de nuestras ciudades, pertenecen a «distinguidas» familias y son gente con mucha influencia.

Los más apetecido por la gente de bien, y para nuestro negocio, son los niños y niñas pobres, consideramos que son desechables y estorban a la sociedad. Por eso no hay misericordia, la violencia que ejercemos en nuestras prácticas sexuales hasta llegar al homicidio y el feminicidio contra la escoria infantil y juvenil, es para satisfacer el placer, el divertimento propio y el el de los demás.

No peguen el grito en el cielo, no los van a escuchar. Al cielo no llegan las súplicas de estas criaturas de Dios. A nadie puede importar los cuerpos y vidas de nuestro producto comercial. Recordemos que vivimos en el mismísimo infierno dónde las almas deben ser torturadas eternamente.
Estamos en Necrópolis dónde la vida es un estorbo y todo aquel o aquella que ose en defenderla, tarde o temprano correrá con la misma suerte y también caerán en el santo sepulcro con nuestras manos asesinas.

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