Por Miguel Prieto
Federico Gutiérrez se presenta como un embajador de la cultura vallenata, o al menos así lo aparenta en estos tiempos de campaña. Cita, orgulloso, el linaje materno por medio del cual heredó el gusto por el vallenato; y toma clases virtuales para aprender a tocar el acordeón… y no cualquier acordeón, sino un Honer. ¡Vea usted!
Gutiérrez se considera un fanático del vallenato, y hasta pareciera simular cierto conocimiento sobre el origen del acordeón en Alemania, su llegada al Caribe colombiano y los comienzos de los juglares en el país, como lo expresó recientemente en el programa JP News, del comediante Alejandro Riaño.
Char, hoy amigo y aliado de Gutiérrez en cuestiones político electorales con miras a las elecciones de 2022, no le hace falta demostrar que es un gran amante del vallenato. No, porque él es la personificación del bacán barranquillero, el arquetipo de costeño que todos quieren.
No podía ser menos con las redes de medios propios manejados por el clan Char, y por el chorro del erario público dirigido a la manoseada prensa regional desde que esta casa política secuestró el poder en el Atlántico. ¡Este man sí es un bacán!
No es casual que Sergio Fajardo, quien no ganó un solo municipio del Caribe en las elecciones de 2018, participara en marzo pasado en dos reuniones, una en Cartagena y otra en Barranquilla, con empresarios ligados al charismo y con líderes con pasado en los partidos políticos tradicionales. A final de cuentas, no es tan tibio el hombre como lo pintan, intenta ir más allá de su partido Compromiso Ciudadano para no repetir el estruendoso fracaso electoral de 2018.
Fuera de estas ridículas apariencias y pre alianzas electorales se esconde un objetivo supremo muy claro para todos los sectores políticos tradicionales y los clanes políticos del Caribe: los departamentos de esta región, si no son decisivos, tienen un peso electoral importante para las presidenciales de 2022.
El Centro Democrático con el entonces candidato Iván Duque (2018), tan soso y maquillado de poses, entendió muy bien la importancia de los votos de la región. Se encargaron de rodear al delfín de Uribe con figuras emblemáticas de la música vallenata, como Silvestre Dangond, y establecieron alianzas con los clanes políticos, con los Char y el partido Cambio Radical a la cabeza.
Y aunque Duque no es tan bacán como Alex Char, recibió un empujoncito de votos en el Caribe gracias al financiamiento de su amigo José “Ñeñe” Hernández, señalado este último por sus vínculos con el narcotráfico, como denunció La Nueva Prensa en 2020.
Los Char y el Caribe
En eso de alianzas y poses andan Federico Gutiérrez (Medellín), Enrique Peñalosa (Bogotá) y Alex Char (Barranquilla), quienes se presentaron a principios de año como una alternativa a lo que ellos llaman los extremos: el uribismo y el petrismo.
La casa Char es mucho más ambiciosa. En marzo pasado organizó una reunión en la casa del ex alcalde de Barranquilla (Alex Char), en la cual participarían los exgobernadores Óscar Campos del Cauca; Dilian Francisca Toro, del Valle; Dumek Turbay, de Bolívar; William Villamizar, de Norte de Santander; Didier Tavera, de Santander; Guido Echeverri, de Caldas; el padre Carlos Eduardo Osorio, del Quindío; Jorge Rey, de Cundinamarca; y Luis Pérez, de Antioquia.
“Lo que han dicho es que en ese bloque, por ahora, no hay espacio ni para Uribe ni para Petro”, reseñó el diario El Tiempo en una breve nota.
Al parecer la derecha está convencida de que la única manera de mantener el poder es con Alex Char, como candidato o aliado, a eso se debe la sobre exposición de este bacán en los medios, con un ambiente medio misterioso para generar expectativas e incertidumbre en la población.
Recordemos también la reunión que Arturo y Alex Char celebraron con el ex presidente Uribe en la hacienda El Ubérrimo, en diciembre pasado. Por eso es ingenuo pensar que los Char y demás alianzas de derechas presentadas a principios de año se tomen en serio el rechazo al uribismo.
Lo cierto es que el clan Char es considerado hoy el más poderoso del Caribe y Colombia con capacidad para establecer alianzas con otros clanes y sectores políticos tradicionales, y con un poder económico que le da sustento para participar en cualquier contienda.
Cuenta con la gobernación del Atlántico, la alcaldía de Barranquilla y la mayoría de las alcaldías de este departmento; su partido político -Cambio Radical- logró seis puestos en el Congreso y la presidencia del Senado están en manos de Arturo Char; también cuentan con Margarita Cabello en la Procuradoría.
El Pacto Histórico
El Caribe es determinante hoy en el panorama político de Colombia. Por el peso de sus clanes y la forma como controlan la administración pública, los resursos, regalías y contrataciones en general. De los 36.227.267 electores habilitados en Colombia para 2018, 7.681.454 correspondían a la costa (21,2%).
La región también representa una ubicación geoestratégica para la economía (y para la exportación de drogas), ya que cuenta con nueve de los once puertos más importantes del país y tiene conexión con el Caribe; tiene una diversidad de megaproyectos minero energéticos, de gas y petróleo, turísticos y de infraestructura; y destaca por la concentración de la tierra en mano de poderosos sectores latifundistas y agroindustriales entre los cuales destaca Fedepalma, presidido por Jens Mesa Dishington, esposo de María del Rosario Guerra, del clan Guerra de Sucre.
El panorama político puede cambiar. Incluso la orientación de los recursos y proyectos del Caribe pero en función de democratizar el uso de la tierra, incrementar la produción de alimentos, sustituir las energías contaminantes y/o fósiles por energías limpias, entre otras propuestas que ya ha asomado Gustavo Petro en el pasado.
Petro, en 2018, caló en el Caribe a pesar de no ganar el primer lugar. Ganó el Atlántico con 54% de los votos, una bofetada para el bastión de los Char. En Sucre también repitió este resultado, triunfó con 54% de los votos. En los demás departamentos del Caribe la diferencia con Duque fue de apenas cuatro puntos.
En los departamentos Magdalena, Bolívar y Atlántico, que concentran 55,9% de los habitantes de la región, Duque ganó 41 municipios, mientras que Petro logró 34, seguido por Cambio Radical con 24.
Esos resultados son los que incomodan a la clase política tradicional y a los clanes del Caribe. La candidatura de Petro hoy gira más en torno a una agenda programática y de país, una propuesta de gobierno alternativo, para las mayoría, presentada en alianza con diversos sectores sociales y políticos de la izquierda, Pacto Histórico.
Pacto Histórico es considerado una opción con real chance para ganar la Presidencia, si la division promovida por Humberto de La Calle, Sergio Fajardo y compañía, no repite el vergonzoso episodio de 2018.
Por eso el juego del lenguaje que hacen exalcaldes, ex gobernadores y clanes políticos regionales en torno a rechazar los “extremos”, es una verdad a medias. Como ya dijimos, aunque hoy intenten aparentar cierto distanciamento hacia el uribismo, en la práctica se mueven bajo las mismas lógicas del Centro Democrático, por lo tanto ya sabemos que para 2022 estarán unidos.
Lo que sí es real es la alianza política y mediática de la derecha en contra de Gustavo Petro y el Pacto Histórico. Está en juego el poder y el destino del Caribe y, además, de todo el país. Las viejas prácticas se resisten al cambio.