LA MASACRE DE LOS SASTRES

LA MASACRE DE LOS SASTRES

Por

EDWIN DORIA

 

No les parezca extraño ni lo vean como hechos aislados o como cosas del destino, la violencia estatal está desatada por estos días en el marco del Paro Nacional Indefinido. Es un accionar histórico de la mafia más antigua de Latinoamérica asociada al fascismo.

 

Lo que voy a narrar, no lo escuché de boca de nadie, ni de juglares, ni saltimbanquis, no lo vi en una película de acción Hollywood o una serie de Netflix de muchas temporadas. Lo narrado aquí, es porque estos ojos que se los han de tragar la tierra, si digo mentiras han presenciado por más de un siglo, la violencia estatal contra huelguistas, manifestantes, opositores, por exigir sus derechos.

 

Me han asesinado muchas veces y he resucitado igual número de veces. Estuve presente en la masacre de los Sastres, el 16 de marzo de 1919, en una protesta poco usual.

 

En mi juventud no existían los almacenes de cadena dónde se vendían ropa masculina o femenina en serie. En esa época gozábamos del privilegio de escoger y diseñar nuestra propia forma de vestir.

Para ello contábamos con sastres, modistas, costureros o artesanos en cada barrio, en cada calle de nuestro territorio que interpretaban nuestro sentir y gusto por el buen vestir. Lo que contribuía a la generación de identidad, economía propia y un modo de vida distinto a la sociedad de consumo impuesta desde el capital Extranjero y Nacional.

 

Aunque la profesión de sastre, modista y artesanos era bastante extendida en el territorio nacional, no contaba con una organización de la misma dimensión e importancia que agremiara a este sector en todo el país.

 Generaba trabajo, economía y bienestar a las comunidades. Esta labor no era tenida en cuenta por el Gobierno a la hora de las contrataciones. Como sucedió en marzo de 1919, cuando el Gobierno de ese entonces decidió contratar una empresa estadounidense para confeccionar los uniformes de gala para el ejército, y no beneficiar al gremio local de las confecciones.

 

Este fue el comienzo de una nueva realidad que se avecinaba, el país venía de una recesión económica que tenía al pueblo sumido en la extrema pobreza y el desempleo generalizado, como ocurre hoy día.

El gremio definió movilizarse de manera pacífica, miles de hombres y mujeres vestidos con los mejores trajes marchamos hasta el palacio presidencial para exigir nuestros derechos y protestar ante el anuncio del presidente de la época, el cual fue que Marco Fidel Suárez, pedía comprar a Estados Unidos ocho mil uniformes completos para el Ejército.  Los militares usarían estos uniformes en la celebración del centenario de la Batalla de Boyacá, el 7 de agosto de 1919.

Los y las manifestantes en medio de la pobreza, la falta de trabajo y de oportunidades, provenientes de diferentes sectores de Bogotá y municipios cercanos, reclamaban al presidente, que nos tuviera en cuenta.

Esos uniformes deberían hacerse en el país y no comprarlos a la industria de Estados Unidos. 

 

Más de cuatro mil manifestantes aglomerados a las afueras del Palacio de la Carrera, en la Casa de Nariño, se enardecieron los ánimos, con gritos de consignas y arrojo de objetos, entonces la guardia presidencial comenzó a disparar sin límites y ocurrió la Masacre de los Sastres.

El Gobierno Conservador de la época señaló como responsables de la masacre perpetuada por el ejército, a las infiltraciones en la manifestación de comunistas y socialistas bolchevique, como también, a los liberales, su rival histórico. Nada distinto a lo que ocurre cien años después en el marco del paro nacional Indefinido.

 

La importancia de recordar estos hechos fatídicos hace un siglo, contra el movimiento social y político, es con el ánimo de comprender de mejor manera el proceder histórico del enemigo del pueblo colombiano. Pero también, mantener viva la memoria de las luchas del valiente pueblo colombiano para la transformación del estado de cosas. Igualmente, la de reconocer la existencia de un estado genocida que a través de la historia ha resuelto los conflictos sociales, políticos y económicos utilizando la violencia armada contra hombres y mujeres que reclaman sus derechos.

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