Estado de Cosas

Estado de Cosas

Por: Edwin Doria, Gestor Cultural. Barranquilla, Atlántico.

La situación actual, animada por la pandemia, ha generado cambios significativos en el estado de cosas. Especialmente en la organización sociocultural al interior de las comunidades citadinas, campesinas, étnicas y populares que luchan por la defensa del derecho natural a la existencia digna en el planeta. La lucha sociocultural y política de las comunidades por resistir y oponerse al control y manipulación de los agentes del régimen, es innegable.

Las iniciativas y propuestas alternativas de las comunidades en campo y ciudades son múltiples, van desde un simple plantón hasta la radical desobediencia civil, con o sin violencia para hacerle frente a la perversa instauración de un nuevo orden mundial del despojo, restrictivo y violatorio de los derechos fundamentales de las personas y las comunidades, so pretexto de salvar vidas de un virus que hasta hace poco, era un perfecto desconocido.

Es de conocimiento de todos y todas las personas que luchan por la libertad de los pueblos, que estamos ante el régimen de una dictadura que luego de cuatro meses de decretada la pandemia, ha logrado en cierta medida y parece que esa tendencia se intensificará en el futuro, propagar e instalar contenido tóxico en la conciencia individual y colectiva de los pueblos, a través de mensajes engañosos, directos y subliminales; generadores de miedo y pánico colectivo, respaldado con represión y violencia policial, militar y narcoparamilitar para someter la voluntad popular y desvanecer el espíritu histórico de lucha de los pueblos.

Como parte de la nueva estrategia perversa del sistema, el sometimiento obligatorio se ha vuelto un arma de uso frecuente, y «sin que nadie lo note», inducen psicológicamente a la población a la autorregulación, autocensura y sanción social contra sus propios semejantes.

La reiterativa y sugestiva propagación de medidas, decretos y mañosas estadísticas sobre el estado de cosas, a través de medios masivos de comunicación, redes sociales en la Internet y compañías de celulares, conducen a la generación de acciones, como, al empleo en el lenguaje de palabras y frases que antes no hacían parte de nuestro léxico, Quédate en casa, cuarentena, distanciamiento social, confinamiento, pico y cédula, protocolos, bioseguridad etc. Por solo nombrar algunas palabras y frases que al repetirse por enésima vez al infinito, por uno o distintos emisores de forma tendenciosa, hasta volverse virales para quienes la perciben de forma consciente o por debajo de los umbrales sensoriales, les produce sensaciones y estímulos (visuales, táctiles, sonora, gustativa, olfativa, térmica o sensitiva, entre otras) en el cerebro, conducentes a la ciega obediencia sin reflexión alguna para contrarrestar el estado de cosas.

No es de extrañarnos que estás medidas extremas, arbitrarias y desesperadas, orquestadas en el ocaso de un sistema decadente, sean extendidas en tiempo indefinido, sin nuestro consentimiento, hasta tratar de normalizarlas en nuestro ADN, lograr comportamientos socioculturales de sumisión ante el verdugo controlador de las personas y la vida en común.

En otras palabras, evitemos que el estado de excepción se vuelva una regla afilada que corte nuestras alas de libertad y el espíritu rebelde y combativo. Por ello, la invitación es a cambiar o transformar el estado de cosas, anteponiendo la defensa de la vida antes que la ganancia, lo público sobre lo privado, la vida espiritual por encima de lo material para derrotar de manera sistemática a gobiernos corruptos e inmorales y anti éticos que, cada día, pierden credibilidad ante sus gobernados. Y como Jorge Eliecer Gaitán decía:

«No creáis que nuestra serenidad, está impresionante serenidad, es cobardía! Nosotros no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia».

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