Por
EDWIN DORIA
No sé si es paranoia, pero desde un tiempo para acá, trato de cambiar mis hábitos para encontrar otras formas de vida, trato de desarrollar la capacidad mental, espiritual y energética que no he logrado durante lo que llevó de existencia.
Hago el esfuerzo por evadir los distractivos que, el sistema tramposo ha diseñado para acabar la capacidad universal humana, conferida por la naturaleza. En un lugar oculto al régimen, construyo un cementerio de aparatos para sepultar todo aquello que distrae la atención y concentración del ser.
Evito al máximo la compañía de personas tóxicas, para brindarme la posibilidad del reencuentro.
No tengo libros de cabecera, ni biblioteca, con el fin de alejarme de buenas o malas influencias. Hasta el momento, he logrado apagar indefinidamente la tv que mantenía encendida en casa, así no la viera pero escuchaba, por el temor infundido, al silencio que no experimento.
Descubrí entonces que busco desde siempre, cualquier pretexto como acompañante. Por largo tiempo dediqué horas de insomnio a la comunicación virtual, de forma permanente, interactuando a la distancia con el amigo digital. La radio que usualmente me acompañaba con música, información y transmisiones de todo tipo la deseché en el cementerio del olvido. El equipo de sonido, el acompañante cercano a todas las generaciones lo he sepultado. Al igual, los vídeo juegos, entretenedor violento y perverso que distancia a niños y jóvenes de la humana realidad. Aunque reconozco que son elementos tecnológicos creados y desarrollados por el ser humano, como dulce compañía para no sentirnos desamparados, es el desarrollo promovido por el sistema para las cosas, no para las personas.
A raíz de esta innegable situación creada pierdo la oportunidad que me brinda la vida para desarrollar la capacidad mental, espiritual y energética, que sirve para lograr avances en el desarrollo de la inteligencia natural, pero este sistema nos educa para transferir conocimiento al desarrollo artificial, es decir, transferimos conocimiento a elementos externos, que están fuera de lo humano. Conocimiento que vendemos al mejor postor. Supuestamente al servicio de la humanidad, lo cierto es, un conocimiento al servicio de los grandes capitales y en detrimento del crecimiento humano.
El miedo a encontrarme y confrontarme con mi propio ser, es de vieja data. Ese temor infundido, en parte, lo debo a las religiones. De joven deambule por distintas iglesias y creencias. Desde niño me inculcaron el temor a Dios. La creencia en Dios todopoderoso que me salvaría de un pecado original que no cometí, pero igual debo pagar como codeudor de una deuda eterna. Aún retumba en mi cabeza, la cantaleta de un predicador lanza llamas que desde el púlpito amenazaba con un Dios castigador a todo volumen. Sin dejarme la opción, un instante, del silencio para meditar y disfrutar las opciones que me ofrece la naturaleza y en especial la partícula indivisible de mi ser.
El estar en permanente oración con Dios, no me garantiza estar conmigo mismo. Al dialogar con Dioses o Diosas, podría intuir que estoy en la búsqueda espiritual de un diálogo en otra dimensión. O realmente, dialogar con Dios es ¿Encontrarme conmigo mismo?
Son varios los motivos y circunstancias dadas que incidieron en la indeclinable decisión de abandonar la vida que hasta el momento he venido practicando. Esos hábitos de vida, de los cuales trato de desaprender, se han naturalizado tanto que pareciese genéticos.
El silencio que no experimento me espera cada día de la vida, con la firme convicción que es la mejor manera de reencontrarme.
Al otro yo, lo guardo en el baúl de la memoria de manera indefinida. Lo guardo desde que tengo uso de razón, pero, por circunstancias políticas, ideológicas y económicas no he podido despejar el camino para desarrollar el verdadero conocimiento humano que debe estar por encima del desarrollo científico, tecnológico y económico.
El silencio que no experimento, es un silencio dependiente de mi propia voluntad y convicción de auto-garantizarme un espacio ambiente, en la procura de enriquecer mi calidad de vida y de quiénes comparten conmigo la existencia en este universo